Novela moribunda. Luis Garmendia.

 Novela moribunda.


_ Dicen que Dios se está muriendo, comadre.

_ Así es, compadre. Pero pase, pase, que estos nos son día para quedarse en la calle.


Lola abrió la puerta del Zaguán de par en par, como si la casa necesitara de un bostezo enorme y aprovechara la visita para disimularlo. El corredor ya había perdido la facultad de hacer resonar los pasos. A Luis Napoleón le parecía increíble que ese espacio, donde todo había comenzado tan vigorosa  y dramáticamente fuera ahora ese callejoncito pálido y ruinoso. Las flores rosadas del patio sí brillaban como era usual, pero esas siempre habían dependido mucho más de Lola que de Dios. Ya todo se había hecho muy predecible, al punto que la señora tenía dispuestas dos sillas y una mesita en medio de las petunias, esperando aquella visita que nunca fue anunciada.


_ Siéntese compadre. ¿Qué es lo que se dice?

_ Bueno, ¡fin de mundo!: la pulpería de Carlos Alberto desapareció.

_¡No puede ser! ¡Pero si ahí es   donde habla la gente!  Tú tomaste la decisión hablando con el Dr. Anzola en la pulpería.

_Imagínese, comadre, la pulpería. Ya la gente no tiene duda de que tiene que estar muy mal. ¿Y se acuerda del andarín que apareció por las tierras rojas?

_Sí, claro. En eso del andarín estuvimos mucho tiempo.

_Se esfumó.

_¡Ave María Purísima! Entonces como que sí es verdad, se está muriendo.

_Comadre, yo me empecé a dar cuenta hace bastante rato. No solo por lo mustio del ambiente y    la forma en la que cambiaron los paisajes y las casa, sino por las conversas.

_¿Cómo es eso, compadre?

_¿Usted se acuerda que aquí la gente decía cosas que valían la pena? Eso dejó de ser así desde hace mucho tiempo. La gente no habla, o lo que es peor, habla y no dice nada. Y para colmo, empiezan a aparecer una cosas tan raras. El muchachito barrigón que anda ahora por la plaza. ¿Qué pinta ese niño?

_ La verdad que nada, compadre. ¿Le ha hablado a usted?

_ Una vez, y desde entonces le saco el cuerpo. No vale la pena.

_ ¿Y qué irá a pasar con nosotros?

_No sé. Imagine, quizá hasta nos quedamos aquí.

_ No me importaría aquí, entre las petunias. Dicen que hay lugares donde la gente intuye desde el principio lo que va a hacer Dios.

_ Pero es que esos son dioses que hacen cuentos.

_ Son mundos perfectos, ahí el tiempo de Dios es perfecto.

_ No se crea. No para la gente; la gente no importa mucho.

_ Pero sale de eso rápido, compadre.

_ Lo que pasa, comadre, es que la novela es complicada.

_ Complicada es, compadre. ¿Lo va a querer con azúcar?

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